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sábado, 6 de junio de 2015

Entre Realidades y Utopías.

                              
Desde la  alborada de los tiempos, cuando el hombre se asienta y aparecen las primeras divisiones de trabajo y  los denominados “Modos Asiáticos  de Producción”; o la metáfora del paraíso perdido donde el trabajo se convierte en un castigo, y como corolario los hombres  se dejan de considerar humanos en el mismo sentido y aparecen las diferencias sociales, religiosas, étnicas etc., parece estar en el inconciente de los hombres el anhelo de volver a sus orígenes, así como el individuo llega a desear volver  al útero materno. La idea  de que el progreso y renovación que logra un hombre individualmente también puede lograrse socialmente aparece como una fe quimérica que pasa por alto que el hombre, históricamente, no sólo está movido por sentimientos altruistas sino por intereses materiales y pasiones profundamente egoístas que es necesario tener presentes.  De allí que esto  haya llevado frecuentemente  a movimientos que han encerrado más violencia que dirección y más pasión que eficacia al buscar vías de solución desesperadas, concretas e inmediatas al problema del desequilibrio económico.
El antropólogo Lévi-Strauss al estudiar  las llamadas sociedades primitivas dice que estas parecen haber retenido una sabiduría particular que las incita a resistir toda modificación de su estructura,  perseverando en su ser . La vida política en estas se funda en el consentimiento, no admite  otras decisiones que no sean adoptadas por unanimidad, y parece concebida para excluir en la vida colectiva las distancias entre poder y  oposición, mayoría y minoría, explotadores y explotados. Aunque esta distinción es  sobre todo, teórica y relativa, ya que estos géneros de vida están a punto de desaparecer y – expresa- debemos apresurarnos a recoger  sus lecciones.
Históricamente se cita a Licurgo en Esparta como uno de los precursores que legisla en contra del acaparamiento de la riqueza por parte de unos pocos, bajo este mismo criterio se cita al rey   Agis, también en Esparta, considerado como “el primer mártir” de esta causa. En Roma se da una larga y ensangrentada cadena de luchas sociales, en sucesivas rebeliones de esclavos, siendo el más famoso de los caudillos  “esclavistas” Espartaco. La República de Platón ofrece el primer ejemplo clásico de una sociedad ideal, basada en los conceptos de justicia y distribución igualitaria de la riqueza y con una estructura gubernamental sobre cimientos de la razón y la sabiduría. Posteriormente nos encontramos con corriente políticas,  que  por su carácter de quiméricas e irrealizables denominamos utópicas, cuyo nombre se debe a  la Utopía de Tomás Moro,  obra que a la par  que se fundamenta en la crítica de  una sociedad afectada por males y problemas que, diversamente, se proyectan hasta nuestros días,  bautiza todo ese sistema de ideas.  Obra que se inspira en el cuadro de conflicto económico y social y de intenso sufrimiento, escrita en 1516 cuando Inglaterra afrontaba los conflictos del paso de una economía agraria a una industrial. Son muchos los esquemas que se han formulado de un mundo mejor, adaptados desde luego a las creencias y lugares donde se formulan. Entre los siglos XVIII y XIX el socialismo utópico enuncia formulas relativamente definidas en relación a los problemas del mundo moderno. Robert  Owen es acreedor de mención especial por ser uno de los pocos utopistas que formulan su teoría no en el  plano de las ideas puras, ni desde las trincheras de las clases desposeídas, sino más bien  en el campo de las clases poseedoras. Pierre Leroux es célebre  no tanto por sus ideas confusas sobre socialismo, sino porque se le atribuye ser el inventor del término “socialismo”. Todos los utopistas comparten la noción de que el hombre es fundamentalmente  bueno y que atesora en su naturaleza ricos elementos germinales de sociabilidad y cooperación. En los tiempos recientes se ubican asociados a esta idea los movimientos de la Contracultura de los años de 1960, que sabían cómo vivirlo pero no como llegar a ello, contrario a los movimientos políticos tradicionales. Se ha dicho que  en el germen de todas las tendencias reformistas hay una leve sombra de utopía, ya que en los tiempos en que fueron concebidas, podían reputarse de irrealizables.  Más tarde nos encontramos con la teoría marxista de la cual se puede decir con mucho, que lo que hemos conocido como socialismo no es lo que estaba en la mente de Marx, al respecto comenta el socialista norteamericano, Erich Fromm, que su concepto de revolución es “burgués”, si se le asimila al adoptando por las clases medias en su avance. Aunque en sí, su esencia es la misma de todas las escuelas socialistas. Al respecto cuando Marx habla de Dictadura del proletariado, término que a ciencia cierta no se sabe su procedencia, lo hace en alusión a una transición hacia una sociedad sin clases pero no lo reseña en sustancia, expresión que por demás no  aparece en “El Manifiesto Comunista”. Este Estado de  transición se define por el rasgo de la democracia y de la hegemonía de clases, que no sería otra cosa que estas ideas serían las ideas de toda la sociedad por convencimiento.    En la perspectiva de Marx quien siempre se desenvolvió en un sentido democrático  sólo una visión subjetiva y maniquea asociaría la transición  una sociedad sin clases, con la aniquilación física de la antigua clase dominante. En 1837, antes de la redacción de El Manifiesto Comunista, en una publicación, primer y único número, de una revista que se presentó como el  ”órgano oficial de La Liga de  Los Comunistas” y entre cuyos redactores más eminentes se encontraban Marx y Engels se puede leer “Nosotros no somos de esos comunistas que destruyen la  libertad personal y pretenden convertir  el mundo en un inmenso cuartel o una inmensa fábrica. Hay, indudablemente, comunistas que se las arreglan cómodamente negando y pretendiendo abolir la libertad personal, por entender que es incompatible con la armonía. A nosotros no se nos ha pasado jamás por las mentes comprar la igualdad con el sacrificio de la libertad. Tenemos entendido que en ninguna sociedad puede la libertad de la persona ser mayor que en la basada sobre un régimen de comunidad”.  Salta a la vista que el contenido represivo no es el rasgo fundamental en el socialismo propuesto por Marx. Engels agrega: “quieren saber  lo que es la Dictadura del Proletariado? Miren La Comuna de Paris”, rebatiendo a quienes  asociaban el Socialismo con la represión y el terror. Sin embargo más tarde leemos a Lenin, su exegeta oficial: “Suprimir las clases no consiste únicamente en expulsar a los terratenientes y a los capitalistas – esto los hemos hecho nosotros con relativa facilidad - , sino también en suprimir los pequeños  productores de mercancías. Pero a estos es imposible expulsarlos, es imposible aplastarlos”. Por tanto para evitar que estos contaminen al  proletariado mientras ejerce su función organizadora propone  “La Dictadura del Proletariado es una lucha tenaz, cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica, pedagógica y administrativa, contra las fuerzas de la tradición de la vieja sociedad”. Cabría agregar que  como Marx mismo lo dice, su  método es la abstracción, en tanto esto  “burguesía” y “proletariado”  en el sentido utilizado en su análisis, existen sólo como existe el uno (1). Son muchos los esquemas que se han formulado de un mundo mejor.  En ese sentido y al respecto  el cristianismo encierra un profundo contenido social, sus postulados tienen similitud con los de las tendencias colectivistas, ambos han seguido rumbos prácticamente paralelos en ciertas etapas de la historia y en distintas épocas, y en formas diferentes se ha tratado de refundirlos. Aunque debemos recordar que el cristianismo es intrínsecamente  individualista, su ética se asienta en el concepto de la responsabilidad individual ante Dios. La Revolución Francesa  creyó derrocar a Dios  junto con la monarquía francesa y se equivocó. La Revolución Rusa tuvo que tomar en cuenta a la Iglesia Ortodoxa en la formulación de su estrategia revolucionaria. El comunismo a pesar de declararse  ateo toma pasajes del nuevo testamento para argumentar a su favor, como la metáfora del camello y la aguja.  Metáfora que se ha llegado  a interpretar no como una condena per se a la riqueza,  Sin embargo en los textos bíblicos  encontramos como Dios bendice al Rey Salomón, así como  la obra de las manos de job (job1:6-11). Por otro lado  desde  las relaciones sociales en que se encuentra  encuadrada la vida de Cristo se entiende que es más difícil que un rico apegado a sus posesiones  se convierta al reino de Dios, que un ser tan voluminoso como un camello pase por el ojo de una aguja.  En el cristianismo primitivo siendo los evangelios aceptados por minorías, estos se harán presentes en las comunidades, como signos y embriones de  este mundo nuevo,  Pero la posesión en común no se basa en un principio en el trabajo sino en la liquidación de  los patrimonios y la puesta en común de los de los haberes. Basados en la convicción del fin inminente. Donde todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie consideraba  suyo nada de lo que tenía pues hay el convencimiento de que se está en los últimos tiempos, en un mundo que rechaza la buena nueva. Pero el tiempo pasa y el día no llega, entonces  las preocupaciones por la vida se hacen perentorias y surgen los problemas, había gente ociosa (1 Tes. 5,14), gente  que robaba como modo de vida (Ef. 4,28), se vivía por encima del bien y el mal. Su comunismo primitivo se agotó, al concentrarse en la distribución y el consumo olvidando la producción. Será Pablo el que insista  en que el trabajo es la base de la comunidad. El que no trabaje  que no coma. Y a costa del trabajo propio hacer el bien, descalificando  así al que eluda el trabajo y viva parasitariamente. Incluyendo la relación religiosa. En el cristianismo está implícito como en las tendencias orientales la liberación colectiva de la humanidad. La salvación personal no es el fin último. Es un medio para un fin todavía más alto: la liberación y la transformación de la sociedad humana. Aspira a movilizar las fuentes espirituales de la personalidad humana para establecer un orden universal y único caracterizado por la coexistencia pacífica, la cooperación constructiva, y la realización creciente de los valores más elevados. Muchos siguen el camino espiritual para lograr la salvación personal.  Como

lámparas que brillan para sí mismos.
Es mucha la tela que falta por cortar si queremos hablar de todos los esquemas, derivados unos de otros, incluso, planteados para la mejor convivencia social. Lo que es innegable es que gracias a las instituciones democráticas, aunque fueran incipientes el hombre adquirió una libertad y una noción de dignidad que no había conocido nunca. Si procedió acertadamente al tomar decisiones es cuestión aparte. Ya no se invocan poderes divinos o hereditarios. Mas  la democracia no puede limitarse a la contemplación extática de sus altas concepciones ético-jurídico-políticas, sino que en respuesta a demandas perentorias, tiene que ahondar en el problema económico. Es digno de anotar la amplitud del ideal democrático, tan es así, que exceptuando las tendencias aristocráticas y el nazifascismo, todas las corrientes políticas que llevan su apellido,  o se califican de tal, convergen hacia la meta final de realizar formas democráticas e organización social. Entre las cuales siempre infiltran los atractivos de las tendencias demagógicas, y la nuevas formas de autoritarismo.

Montenegro W.  Introducción a las Doctrinas político-económicas.

El nacimiento de la Iglesia – Curso Latinoamericano de cristianismo Nº 12.

Expresamente - Taller  de Investigación Militante Nº 1.

Lenin V. I. La Enfermedad Infantil del "Izquierdismo" en el Comunismo.


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