Desde la alborada de los tiempos, cuando el hombre se
asienta y aparecen las primeras divisiones de trabajo y los denominados “Modos Asiáticos de Producción”; o la metáfora del paraíso perdido
donde el trabajo se convierte en un castigo, y como corolario los hombres se dejan de considerar humanos en el mismo
sentido y aparecen las diferencias sociales, religiosas, étnicas etc., parece
estar en el inconciente de los hombres el anhelo de volver a sus orígenes, así
como el individuo llega a desear volver
al útero materno. La idea de que
el progreso y renovación que logra un hombre individualmente también puede
lograrse socialmente aparece como una fe quimérica que pasa por alto que el
hombre, históricamente, no sólo está movido por sentimientos altruistas sino
por intereses materiales y pasiones profundamente egoístas que es necesario
tener presentes. De allí que esto haya llevado frecuentemente a movimientos que han encerrado más violencia
que dirección y más pasión que eficacia al buscar vías de solución
desesperadas, concretas e inmediatas al problema del desequilibrio económico.
El antropólogo Lévi-Strauss al
estudiar las llamadas sociedades primitivas dice que estas parecen haber
retenido una sabiduría particular que las incita a resistir toda modificación
de su estructura, perseverando en su ser
. La vida política en estas se funda en el consentimiento, no admite otras decisiones que no sean adoptadas por
unanimidad, y parece concebida para excluir en la vida colectiva las distancias
entre poder y oposición, mayoría y
minoría, explotadores y explotados. Aunque esta distinción es sobre todo, teórica y relativa, ya que estos
géneros de vida están a punto de desaparecer y – expresa- debemos apresurarnos
a recoger sus lecciones.
Históricamente se cita a Licurgo
en Esparta como uno de los precursores que legisla en contra del acaparamiento
de la riqueza por parte de unos pocos, bajo este mismo criterio se cita al
rey Agis, también en Esparta,
considerado como “el primer mártir” de esta causa. En Roma se da una larga y
ensangrentada cadena de luchas sociales, en sucesivas rebeliones de esclavos,
siendo el más famoso de los caudillos
“esclavistas” Espartaco. La República de Platón ofrece el primer ejemplo
clásico de una sociedad ideal, basada en los conceptos de justicia y
distribución igualitaria de la riqueza y con una estructura gubernamental sobre
cimientos de la razón y la sabiduría. Posteriormente nos encontramos con
corriente políticas, que por su carácter de quiméricas e irrealizables
denominamos utópicas, cuyo nombre se debe a la Utopía
de Tomás Moro, obra que a la par que se fundamenta en la crítica de una sociedad afectada por males y problemas
que, diversamente, se proyectan hasta nuestros días, bautiza todo ese sistema de ideas. Obra que se inspira en el cuadro de conflicto
económico y social y de intenso sufrimiento, escrita en 1516 cuando Inglaterra
afrontaba los conflictos del paso de una economía agraria a una industrial. Son
muchos los esquemas que se han formulado de un mundo mejor, adaptados desde
luego a las creencias y lugares donde se formulan. Entre los siglos XVIII y XIX
el socialismo utópico enuncia formulas relativamente definidas en relación a
los problemas del mundo moderno. Robert
Owen es acreedor de mención especial por ser uno de los pocos utopistas
que formulan su teoría no en el plano de
las ideas puras, ni desde las trincheras de las clases desposeídas, sino más
bien en el campo de las clases
poseedoras. Pierre Leroux es célebre no
tanto por sus ideas confusas sobre socialismo, sino porque se le atribuye ser
el inventor del término “socialismo”. Todos los utopistas comparten la noción
de que el hombre es fundamentalmente bueno y que atesora en su naturaleza ricos
elementos germinales de sociabilidad y cooperación. En los tiempos
recientes se ubican asociados a esta idea los movimientos de la Contracultura
de los años de 1960, que sabían cómo vivirlo pero no como llegar a ello,
contrario a los movimientos políticos tradicionales. Se ha dicho que en el germen de todas las tendencias reformistas
hay una leve sombra de utopía, ya que en los tiempos en que fueron concebidas,
podían reputarse de irrealizables. Más
tarde nos encontramos con la teoría marxista de la cual se puede decir con
mucho, que lo que hemos conocido como socialismo no es lo que estaba en la
mente de Marx, al respecto comenta el socialista norteamericano, Erich Fromm, que
su concepto de revolución es “burgués”, si se le asimila al adoptando por las
clases medias en su avance. Aunque en sí, su esencia es la misma de todas las
escuelas socialistas. Al respecto cuando Marx habla de Dictadura del proletariado, término que a ciencia cierta no se sabe
su procedencia, lo hace en alusión a una transición hacia una sociedad sin
clases pero no lo reseña en sustancia, expresión que por demás no aparece en “El Manifiesto Comunista”. Este
Estado de transición se define por el
rasgo de la democracia y de la
hegemonía de clases, que no sería otra cosa que estas ideas serían las ideas de
toda la sociedad por convencimiento. En la perspectiva de Marx quien siempre se
desenvolvió en un sentido democrático sólo una visión subjetiva y maniquea asociaría
la transición una sociedad sin clases, con la aniquilación física de la antigua
clase dominante. En 1837, antes de la redacción de El Manifiesto Comunista,
en una publicación, primer y único número, de una revista que se presentó como
el ”órgano oficial de La Liga de Los Comunistas” y entre cuyos redactores más
eminentes se encontraban Marx y Engels se puede leer “Nosotros no somos de esos
comunistas que destruyen la libertad
personal y pretenden convertir el mundo
en un inmenso cuartel o una inmensa fábrica. Hay, indudablemente, comunistas
que se las arreglan cómodamente negando y pretendiendo abolir la libertad
personal, por entender que es incompatible con la armonía. A nosotros no se nos
ha pasado jamás por las mentes comprar la igualdad con el sacrificio de la
libertad. Tenemos entendido que en ninguna sociedad puede la libertad de la
persona ser mayor que en la basada sobre un régimen de comunidad”. Salta a la vista que el contenido represivo no
es el rasgo fundamental en el socialismo propuesto por Marx. Engels agrega:
“quieren saber lo que es la Dictadura
del Proletariado? Miren La Comuna de Paris”, rebatiendo a quienes asociaban el Socialismo con la represión y el
terror. Sin embargo más tarde leemos a Lenin, su exegeta oficial: “Suprimir las clases no consiste únicamente en
expulsar a los terratenientes y a los capitalistas – esto los hemos hecho
nosotros con relativa facilidad - , sino también en suprimir los pequeños
productores de mercancías. Pero a estos es imposible expulsarlos, es imposible aplastarlos”. Por tanto para
evitar que estos contaminen al
proletariado mientras ejerce su función organizadora propone “La Dictadura del Proletariado es una lucha
tenaz, cruenta e incruenta, violenta y pacífica, militar y económica,
pedagógica y administrativa, contra las fuerzas de la tradición de la vieja
sociedad”. Cabría agregar que como Marx
mismo lo dice, su método es la abstracción,
en tanto esto “burguesía” y
“proletariado” en el sentido utilizado
en su análisis, existen sólo como existe el uno (1). Son muchos los esquemas
que se han formulado de un mundo mejor. En ese sentido y al respecto el cristianismo encierra un profundo
contenido social, sus postulados tienen similitud con los de las tendencias
colectivistas, ambos han seguido rumbos prácticamente paralelos en ciertas
etapas de la historia y en distintas épocas, y en formas diferentes se ha
tratado de refundirlos. Aunque debemos recordar que el cristianismo es
intrínsecamente individualista, su ética
se asienta en el concepto de la responsabilidad individual ante Dios. La
Revolución Francesa creyó derrocar a Dios junto
con la monarquía francesa y se equivocó. La Revolución Rusa tuvo que tomar en cuenta a la Iglesia Ortodoxa en
la formulación de su estrategia revolucionaria. El comunismo a pesar de
declararse ateo toma pasajes del nuevo
testamento para argumentar a su favor, como la metáfora del camello y la aguja. Metáfora que se ha llegado a interpretar no como una condena per se a la riqueza, Sin embargo en los textos bíblicos encontramos como Dios bendice al Rey Salomón,
así como la obra de las manos de job
(job1:6-11). Por otro lado desde las relaciones sociales en que se
encuentra encuadrada la vida de Cristo
se entiende que es más difícil que un rico apegado a sus posesiones se convierta al reino de Dios, que un ser tan
voluminoso como un camello pase por el ojo de una aguja. En el cristianismo primitivo siendo los
evangelios aceptados por minorías, estos se harán presentes en las comunidades,
como signos y embriones de este
mundo nuevo, Pero la posesión en común
no se basa en un principio en el trabajo sino en la liquidación de los patrimonios y la puesta en común de los
de los haberes. Basados en la convicción del fin inminente. Donde todos pensaban
y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía pues hay el
convencimiento de que se está en los últimos tiempos, en un mundo que rechaza
la buena nueva. Pero el tiempo pasa y el día no llega, entonces las preocupaciones por la vida se hacen
perentorias y surgen los problemas, había gente ociosa (1 Tes. 5,14),
gente que robaba como modo de vida (Ef.
4,28), se vivía por encima del bien y el mal. Su comunismo primitivo se agotó, al concentrarse en la distribución y el
consumo olvidando la producción. Será Pablo el que insista en que el trabajo es la base de la comunidad.
El que no trabaje que no coma. Y a costa
del trabajo propio hacer el bien, descalificando así al que eluda el trabajo y viva
parasitariamente. Incluyendo la relación religiosa. En el cristianismo está
implícito como en las tendencias orientales la liberación colectiva de la
humanidad. La salvación personal no es el
fin último. Es un medio para un fin todavía más alto: la liberación y la
transformación de la sociedad humana. Aspira a movilizar las fuentes
espirituales de la personalidad humana para establecer un orden universal y
único caracterizado por la coexistencia pacífica, la cooperación constructiva,
y la realización creciente de los valores más elevados. Muchos siguen el camino
espiritual para lograr la salvación personal.
Como
lámparas que brillan para sí mismos.
Es mucha la tela que falta por
cortar si queremos hablar de todos los esquemas, derivados unos de otros,
incluso, planteados para la mejor convivencia social. Lo que es innegable es
que gracias a las instituciones democráticas, aunque fueran incipientes el
hombre adquirió una libertad y una noción de dignidad
que no había conocido nunca. Si procedió acertadamente al tomar
decisiones es cuestión aparte. Ya no se invocan poderes divinos o hereditarios.
Mas la democracia no puede limitarse a
la contemplación extática de sus altas concepciones ético-jurídico-políticas,
sino que en respuesta a demandas perentorias, tiene que ahondar en el problema
económico. Es digno de anotar la amplitud del ideal democrático, tan es así,
que exceptuando las tendencias aristocráticas y el nazifascismo, todas las
corrientes políticas que llevan su apellido,
o se califican de tal, convergen hacia la meta final de realizar formas
democráticas e organización social. Entre las cuales siempre infiltran los
atractivos de las tendencias demagógicas, y la nuevas formas de autoritarismo.
El nacimiento de la Iglesia – Curso Latinoamericano de cristianismo Nº 12.
Expresamente - Taller de Investigación Militante Nº 1.
Lenin V. I. La Enfermedad Infantil del "Izquierdismo" en el Comunismo.
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