El venezolano promedio ha quedado reducido a una realidad
que va más allá de lo absurdo y lo ilógico, vaciado de toda sustantividad su
actividad y su conversación en buena dosis está condicionada por ésta, su
actividad primordial se centra en conseguir los productos básicos, en especial
los alimentos, que se manifiesta en largas e interminables colas; incapaz de una
organización propia que no sea para ello y un pensamiento capaz de aprehender
su realidad para actuar sobre ella.
A ello tiene que enfrentarse la dirigencia política opositora
a más del desmantelamiento de la identidad que ha sufrido cualquiera que se
atreva a enfrentarse al gobierno. Agrupados en una
coalición donde se encuentran desde los
que valoran la realidad a través de viejos moldes de experiencia, esta debe ser por antonomasia a la luz de nuestros días. Los que caen
en un purismo que se acerca al dogmatismo- especialistas- convirtiendo un credo en la última
palabra de la sabiduría. Los que desde el twitter accionan su metralla o los que se sustantivan
en la crítica, sin proponer ni arriesgar
nada. Todos se barajan ahí desde los que
conciben el cambio como un movimiento evolutivo y ordenado de progreso y los que
lo conciben como proceso rápido y brusco.
Hay que entender que en una
sociedad nadie - ni los que así lo manifiestan,- se encuentra al margen de una organización. Ni aquellos que
creyeron empoderarse y cayeron en esta
situación ni los que antagonizan, -buscando o no prebendas,- este régimen.
Lo complejo de la situación se encuentra en que la política
totalitarista
tiende precisamente a obtener que los miembros de un partido
encuentren únicamente en éste todas las satisfacciones que ante hallaban en una multiplicidad de organismos.
No es fácil lo que tiene que enfrentar los venezolanos y la dirigencia opositora, se
necesita paciencia creatividad, credibilidad y honestidad.
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